viernes, 2 de marzo de 2018

Un dragón sinuoso y gris


El viernes a la noche recibí un llamado de Loreley. Me propuso ir a la fiesta del Año Nuevo Chino. Al día siguiente mi hermano se iba a San Pedro con el barco y un grupo de amigos.

     En un primer momento iba a ir, dijo. Pero después resulta que un amigo de Luka invitó a su vez a un amigo y ese amigo es mi jefe.

     ¿No te llevás bien con tu jefe?, pregunté.

     Me llevo demasiado bien, recalcó.

     Me quedé callada

    Con la que ya no me llevo tan bien es con su mujer, agregó.

     ¿La conocés?

     Sí, cursamos juntas algunas materias de la facultad. Después ella dejó.

     ¿Sabe que trabajás con su marido?

     Claro. En la reunión de fin de año de la empresa nos perdimos a propósito entre los eucaliptus. Estábamos en una estancia alquilada.

     Hizo una pausa.

     Es bueno perderse de vez en cuando. A Mela le sirvió para soltar que me envidiaba.

     ¿Por?

     Porque ella se casó, tiene hijos… Con los hijos es con lo único que no podés hacer delete. Así me dijo esa noche en el monte. En fin. ¿Te prendés con lo de mañana?

     El cambio abrupto de tema me tomó desprevenida. Le dije que sí.

     A veces, cuando Lorenzo está lejos, me da por acumular material narrativo. Lo hago para que sepa que no me quedé quieta. O para contarle que un dragón sinuoso y gris caminó sobre diez hombres vestidos de negro. El dragón, ilustraré con modulación pedagógica, representa el principio celestial. El león, lo terrenal. El yin y el yang.

     Lo que él acumula, en cambio, es materia inenarrable. Nos complementamos. A mí me toca hablar por los dos o hablar doblemente de lo mío. Saco a relucir lo que hice como si fueran joyas adquiridas en su ausencia a precio de ganga. Cuando él no está, mi vida se vuelve múltiple. Es importante recordarle que el mundo está lleno de dragones de lo más divertidos. Podría raptarme un dragón, incluso. A veces los dragones te raptan para que no permanezcas sólida y vacía como una casa que espera.

     Sé que Lorenzo va a observar mi pequeño unipersonal con ojos brillantes. Al llegar a la parte del dragón y la casa tirará de mis manos hasta acercarme. Ofreceré todavía un poco de resistencia.

     Hace varios años que venimos reponiendo la obra con ligeras variaciones. El verano pasado, por ejemplo, un escritor creó una montaña de libros en el jardín de Lucy y me hizo subir a la cima sólo para decirme que sus viejos amores podían esperar: estaba pasando un ángel.

     Me reí. Era un bello día de sol. El escritor se apuró a agregar: o Lilith.

     ¿Cómo?, me hice visera con la mano y lo miré desde arriba.

     Podés ser un ángel o también Lilith. ¿Conocés el mito?

     Me di cuenta de que mi escritor no podía encontrar una palabra que se hiciera cargo de sus contradicciones.