martes, 5 de febrero de 2019

Año nuevo chino

Hoy comienza el nuevo año chino. El Año del Chancho.
La consigna que me di un año atrás era armar un libro englobando realidad, ficción y posteos de FB que tuvieran su paradigma de unidad en el Año del Perro.
Los posteos de FB fueron haciéndose más y más esporádicos hasta desaparecer.
Hace unos días publiqué una foto con mi sobrina: obtuve muchos más likes que con los textos. Más allá de un núcleo duro y entusiasta (cuatro, cinco amigos facebookenaos), los textos sólo interesan a quienes habitualmente leen (muy pocos). Y quienes habitualmente leen es probable que no quieran perder su tiempo en las banalidades de FB. FB es un lugar para mirar. Por eso tal vez Instagram lo destronó. Una revista o suplemento de Sociales relativamente democrático. Sin directores ni editores.
Volví a trasladar mis petates al silencio de la hoja en blanco. Vinieron perros a festejarlo lamiéndome las pantorrillas. Otros me tiraron tarascones. Otros mordieron.
Así son los perros. No hay vacunas contra todos los tipos de rabia ni antídotos contra las babeantes lenguas rosadas. Ya sea en la pantalla o el cuaderno, la página en blanco pronto cruje y quien la mira con intención tarde o temprano salta a mundos extraordinarios.
Esos son los que me interesan.
La realidad puede ser tanto o más extraordinaria que la ficción. Pero si uno no ha aprendido a detenerse y mirar, resulta blanca y lisa como una página. O al revés: la profusión de caracteres, imágenes, ruidos, información, podría volverla ilegible, abducida por el negro desdén a que dio lugar lo demasiado.
No puedo hacer un balance del año. Ni siquiera tratándose del chino. Un año extraño.
Tampoco un balance de los textos incrustados en el año del perro. Los balances son para los contadores. Los otros contadores. Los números que dejan las historias son siempre deficitarios. No suman ni restan. No se dividen ni multiplican. No son arábigos ni romanos. Tienen otra grafía. La misma que tiene el amor.
O que tuvieron tus besos.