domingo, 30 de septiembre de 2018

La cabra




Lorenzo cree que dentro de mí guardo a una artista y cuando nos vemos le trae alimentos. Es decir, básicamente, del corral de fieras y bestiecitas que abastecen mis días me ocupo yo, la madre impensada de todas ellas. Si alguna de esas fieras quiere ponerse el mote de “artista” yo le doy lo que hace a su arte y después sigo con mi agenda. Pero Lorenzo hace algo más: me pide que le dé una oportunidad. Que saque a la cabra artista del corral. Y no me lo dice con estas palabras porque sabe que lo único que lograría es que me ría en su cara. Da un rodeo. Yo le digo, por ejemplo: “necesito plata, me voy a emplear en un supermercado -voy a poner carteles de baby sitter, voy a pedir trabajo en la boutique de la esquina, voy a dar masaje tailandés aunque tenga tendinitis en la mano derecha por haber dado masaje tailandés, voy a preparar chicos de secundaria, o podría hacer tortas mejor, voy a vender tortas”. Él se queda callado o me responde que va a comprar comida china. Vuelve. Yo ya puse la mesa. Suena un tema de Calamaro que también puse para distraerme de los miedos.
Los miedos.
(Continuará).