sábado, 24 de octubre de 2020

 


Amigos, cómo están.
Quería contarles que mi libro de cuentos, Tráfico de Corazones, ya está disponible en la página de Modesto Rimba, la editorial. Pronto también lo podrán conseguir en librerías.
Acá les adelanto el texto de contratapa, un fragmento del posfacio que el genial Indio Solari tuvo la bondad de escribir para mí. Para ustedes.
Cariños a todos
Tráfico de corazones
de Candelaria Kristof
Leer a Candelaria Kristof y ser invitado a presentar “Tráfico de corazones” es una tarea grata e inquietante. En esto coinciden quienes ya la han descubierto y justipreciado en trabajos anteriores, por lo que ha sido elogiada con razón.
Su estilo es el de una exploradora abocada a las reacciones humanas que se definen con las neurosis propias de la clase media aposentada.
No existen muchas maneras de cumplir como lector de sus textos irreverentes y angustiantes, que dejarle señalar las mentiras domésticas por las que nos sentimos descubiertos en nuestras herejías moderadas y al mismo tiempo secretas.
La “marca” de Candelaria es un solapado erotismo del cual parece conocer hasta los rincones más oscuros.
En definitiva, el lector tiene la oportunidad de adentrarse en historias fundadas y condimentadas con una espontaneidad que la rica personalidad de la autora aporta.
Disfruten…
Indio Solari

viernes, 17 de enero de 2020

El cumpleaños del Indio

Estábamos en una mueblería esperando que se hiciera la hora de ir a lo del Indio. El Indio vivía justo al lado. La mueblería era de Perillas y estaba algo desmantelada. En realidad, ya no trabajaba ahí. Yo me cambiaba de ropa frente a un espejo, en espera de una última resolución que modificara todo lo que Perillas me había dicho la noche anterior. Pero al final no hubo cambio y cuando se hizo la hora, Perillas dijo que me alcanzaba hasta la estación. Vimos que a la puerta del Indio se acercaba Gabino. No me sorprendió, en primer lugar porque era hombre y en segundo porque mi primo se anota en todas. Cuando le pregunté si podía ir, casi veinticuatro horas antes, Perillas me dijo que lo más probable es que fuera una reunión de hombres y también íntima. Cuesta pensar en hombres y reunión “íntima”. Pero a lo que ellos se refieren con intimidad entre hombres, es a que no haya mujeres que pongan freno a sus fantasías. Las mujeres, al menos para los varones heterosexuales, funcionamos como órgano represor.
En la estación me encontré con Marlon. Al igual que el Indio, es de Capricornio. En un whatsapp de felicitación por el cumpleaños que le envié por intermedio de Perillas, le había puesto al Indio que Capricornio siempre está peleando contra la adversidad. Alguien me dijo una vez algo así y después pude comprobarlo. De hecho lo comprobaría una vez más, ahí en la estación, con mi hermano. A Marlon tampoco lo habían admitido en la reunión, a pesar de ser hombre. “Pero no soy allegado”, explicó en el andén. Llevaba un morral. Se lo quitó de encima y lo dejó en un banco. “Gabino tampoco es allegado y entró”, dije, con menos ánimo justiciero que perplejidad. Mi hermano no dijo nada. Estaba parado en el borde, oteando la curva apenas iluminada del túnel. Se hubiera podido decir, sin error de apreciación, que entrar en lo del Indio o no poder hacerlo, era un tema menor. Tan menor que ya empezaba a olvidarlo. Las luces blancas de la estación encendían el agua de sus ojos. Pero mi hermano no lloraba ni estaba evitando que algo tan flojo como una lágrima le sucediera. La inclinación de su cuerpo sobre las vías contenía una ansiedad que la mirada, no obstante, había trascendido. Sus ojos mojados eran pequeños animalitos hoscos que han olvidado cómo guarecerse de la lluvia. Yo volvía a casa. El lugar al que regresaba mi hermano, en cambio, era un volver a irse. Cancelado lo del Indio, había que hacer alguna otra cosa: buscar una chica del Tinder, llamar a algún amigo, ir a cenar a lo de mamá, pasar por lo de su ex para ver si sus hijos necesitaban algo. Conversando sobre nada, habíamos traspasado los arcos que separaban un andén y otro con publicidades fosforescentes. Me dio la impresión de que él tomaría la dirección contraria. Entonces me acordé del morral y fui a buscarlo al otro lado. Lo abrí sin pedirle permiso: se habían llevado la billetera, el celular, el dinero, las tarjetas de crédito, los documentos. Volví a cruzar el arco desolada. Le mostré el morral. No pareció inmutarse. Capricornio, pensé: las dificultades no son la excepción sino la regla. “Vas a tener que denunciar las tarjetas”, dije. “No hay apuro”, contestó. “Antes quiero agarrar a quien lo hizo”. Y miró para todos lados pero sin cambiar su lugar junto a las vías. Supuse que era una de las tantas maneras en que se doma la furia. Giré hacia las escaleras para ver si Perillas me hacía señas desde arriba: “El Indio dijo que podías venir”. O algo así, quebrándose al bajar los escalones. Palabras que aterrizaban magulladas en la ciudad bajo el asfalto. Levanté la cabeza y le dije a Perillas que bajara. Él paleó el aire con una mano indicándome que subiera. Y así nos quedamos toda la noche, indecisos, tratando de convencernos unos a los otros, de cosas que ya nadie sabía si quería. Después las palabras nos fueron dejando, aburridas de salir de nuestras bocas para decir siempre lo mismo. Mi hermano iba a subirse al próximo subte y al llegar denunciaría el robo de las tarjetas. Yo le dije a Perillas que el vestido se me había ensuciado ahí bajo la tierra, que le mandara al Indio un feliz cumpleaños de mi parte y le dijera que gracias por la invitación. A Perillas ya no le quedaban pelos que aferrar con las manos para manifestar su desconcierto.
Una musiquita alegre y estridente me fue subiendo en andas hasta la calle. Manoteé todo lo que había en la mesa de luz para apagarla. Quería seguir en la estación viendo cómo al final mi hermano atrapaba al ladrón, o Perillas me convencía.


miércoles, 15 de enero de 2020

El silencio de los corderos




Lanzaron un cerdo desde un helicóptero a la pileta del dueño de Etiqueta Negra. El video que registra este hecho se tornó viral y suscitó todo tipo de comentarios, algunos de repudio, otros celebratorios. Federico Álvarez Castillo, el dueño, está casado con la modelo Lara Bernasconi y el chanchito en cuestión fue arrojado en su casa de José Ignacio. La altura desde la que fue tirado y el peso del cordero, causaron un gran splash que rebasó el cerco protector y mojó el deck aledaño. Álvarez Castillo, acérrimo defensor del macrismo, en una entrevista que le hace el diario La Nación en 2017, manifestó, en referencia a los presidentes anteriores, que eran “los peores del grado” y nos habían mentido. Postuló, en contrapartida, que Macri había conformado “un equipo de cracks”.

     ¿Quién le plantó el chancho a Federico? ¿Estas alusiones a su ideología podrían estar relacionadas con la caída en desgracia del cordero? ¿O en realidad el chancho fue arrojado por alguien que  -fiel al calendario chino- estaba empeñado en señalar que el año del cerdo llega pronto a su fin? Un dato curioso que aporta el diario Nación es que el video fue grabado desde el interior de la casa y que, al fondo, se escuchan risas femeninas  -algo que efectivamente se puede comprobar. ¿Qué filmaban desde el interior? ¿La pileta? En ese sector no había nadie. ¿Había alguien invitado en la casa que, en connivencia con los arrojadores de chanchos, quiso inmortalizar el momento de la broma funesta? ¿Acaso alguien de la propia familia instigó la broma? Si hubiera un muerto en la escena, todas estas preguntas serían pertinentes. Pero el único muerto es el chancho y por el momento no hay leyes que defiendan el derecho de los chanchos a no ser tirados desde un helicóptero. Con el correr de las horas, el propio Álvarez Castillo confirmó que él mismo había filmado la escena porque le pareció raro que un helicóptero estuviera ahí, cerniéndose sobre su techo como una enorme araña voladora.

     En los próximos días puede que queden esclarecidos los hechos (una de las hipótesis barajadas es que el propio Álvarez Castillo tiró al chancho, aunque él luego dijo que no fue perpetrador sino víctima; otra arriesga que un amigo le propuso al empresario: esta noche hacemos cordero a la parrilla y le pareció que la manera más sencilla de transportarlo era en helicóptero). Bastaría con averiguar de dónde salió el helicóptero, quiénes lo tripulaban y por qué se les dio por tirar un cerdo o cordero en la pileta de Lara y Federico. Hay que decir que esta gente  -la del helicóptero- tiene una impecable performance en tiro al chancho.

martes, 14 de enero de 2020

Tráfico de Corazones

Gracias a Adriana Romano y a Mauro Lococo por la confianza y la apuesta editorial.
Gracias -¡eternas!- al Indio Solari por haberse tomado el tiempo de leer estos cuentos y configurar un precioso texto mutante (prólogo-posfacio-contratapa).
Gracias a Gus Gauvry por ser el más conspicuo y eficaz de los emisarios.
Y gracias a los equívocos, el olvido, la pérdida, el fracaso, el secreto, el error, todo lo que ocurre en la literatura y durante los eclipses, la otra cara de la belleza y la luna.
Pero no fue el día del eclipse. Fue un día antes. La luna del lobo se preparaba.
Modesto Rimba
El viernes 10 de enero a las 10 pm y a pesar del eclipse, Candelaria Kristof firmó contrato con #ModestoRimba.
EN Mayo disfrutaremos de su impresionante libro de cuentos: Tráfico de corazones, con prólogo del Indio SOlari. Un #Librazo.
¡Bienvenida a casa, Cande!

Mujeres

En una crítica a El caso de Richard Jewell, de Clint Eastwood, leo que el personaje de Kathy Scruggs, interpretado por Olivia Wilde, una periodista trepadora y de pocos escrúpulos, armó revuelo ya que "en el año 2019 no se pueden crear personajes femeninos complejos, solo completamente positivos".
Me parece bien que salgan a la luz los abusos, el sometimiento, el terror que vivieron y viven millones de mujeres en el mundo. Todo eso se tiene que erradicar. Pero por favor, no la complejidad. Yo he sido abusada por hombres, he sido violentada, maltratada, robada. Pero también maltraté a hombres que me quisieron. También ejercí un tipo de violencia imposible de comprobar y usé, pongámoslo así, mis "encantos femeninos" para obtener réditos que van desde un beso hasta un viaje, cien por ciento invitada por un varón. No puedo arrepentirme porque fueron actos de seducción admitidos por la otra parte y todavía sigue conmoviéndome que un hombre me corteje con una invitación a cenar.
El maltrato no tiene género. Lo puede sufrir una mujer por parte de un hombre o un hombre por parte de una mujer. Tal vez hombres y mujeres tengamos coreografiados pasos distintos para poder bailar juntos. Eso es maravilloso. Sigo prefiriendo bailar con un hombre que haga sus pasos mientras yo hago los míos y tratamos, además, de hacer algo juntos acompasándonos en la diferencia.
Pero ningún respeto hacia otro es posible si antes no se aprende el arte de respetarse a uno mismo. ¿Quién es ese "uno mismo"? En su descubrimiento tengo puesto mi esfuerzo y mis esperanzas. No soy lo que creo ser ni nada de lo que me dijeron.



lunes, 4 de noviembre de 2019

El diamante

Estaba pensando en las cosas que tengo que hacer hoy y de pronto me di cuenta: este día es único en la eternidad. No sé si cambiará lo que haga (tal vez también) pero seguro cambiará la manera. Llevo un diamante, llevo un diamante. ¡Abran paso! ¡Abran paso ustedes los miedos que dicen ser míos! ¡Abran paso dudas inútiles, cuentas pendientes! Tengo que llevar este diamante a un lugar que desconozco. Soy su guardiana. La eternidad no volverá a repetir esta forma, este vigor que ahora tiembla bajo la lluvia, este paso que doy, este destino acurrucado en el diamante. Cuidar esta joya es también romperla, conocer ese destino, singular como el día. Ayer leí esta frase: "la dictadura de la corrección política". ¿Cuántas formas del deber ser me aprietan como espadas? Ahora mismo no tengo tiempo de responder. El diamante late en mi mano, me pide que lo estrelle contra el piso. Si lo hago puede que mi día se acreciente, que dé con una eternidad disparatada a cada hora. Ser la guardiana es no quedármelo para mí sino quebrarlo, entrar en su aventura.










Resultado de imagen para fotos chica a caballo en playa o bosqueResultado de imagen para imágenes diamantes


martes, 5 de febrero de 2019

Año nuevo chino

Hoy comienza el nuevo año chino. El Año del Chancho.
La consigna que me di un año atrás era armar un libro englobando realidad, ficción y posteos de FB que tuvieran su paradigma de unidad en el Año del Perro.
Los posteos de FB fueron haciéndose más y más esporádicos hasta desaparecer.
Hace unos días publiqué una foto con mi sobrina: obtuve muchos más likes que con los textos. Más allá de un núcleo duro y entusiasta (cuatro, cinco amigos facebookenaos), los textos sólo interesan a quienes habitualmente leen (muy pocos). Y quienes habitualmente leen es probable que no quieran perder su tiempo en las banalidades de FB. FB es un lugar para mirar. Por eso tal vez Instagram lo destronó. Una revista o suplemento de Sociales relativamente democrático. Sin directores ni editores.
Volví a trasladar mis petates al silencio de la hoja en blanco. Vinieron perros a festejarlo lamiéndome las pantorrillas. Otros me tiraron tarascones. Otros mordieron.
Así son los perros. No hay vacunas contra todos los tipos de rabia ni antídotos contra las babeantes lenguas rosadas. Ya sea en la pantalla o el cuaderno, la página en blanco pronto cruje y quien la mira con intención tarde o temprano salta a mundos extraordinarios.
Esos son los que me interesan.
La realidad puede ser tanto o más extraordinaria que la ficción. Pero si uno no ha aprendido a detenerse y mirar, resulta blanca y lisa como una página. O al revés: la profusión de caracteres, imágenes, ruidos, información, podría volverla ilegible, abducida por el negro desdén a que dio lugar lo demasiado.
No puedo hacer un balance del año. Ni siquiera tratándose del chino. Un año extraño.
Tampoco un balance de los textos incrustados en el año del perro. Los balances son para los contadores. Los otros contadores. Los números que dejan las historias son siempre deficitarios. No suman ni restan. No se dividen ni multiplican. No son arábigos ni romanos. Tienen otra grafía. La misma que tiene el amor.
O que tuvieron tus besos.