domingo, 14 de octubre de 2018

Nirvana

Cada vez que viene Sebastián aprovechamos y nos vemos todos. Sebastián vive en Estados Unidos y es mi hermano. Tengo otros hermanos pero viven acá. Milu no. Milu vive en San Luis. También cuando viene a Buenos Aires hay más programas y reuniones familiares que el resto del año. Además de charlar alrededor de las empanadas y panqueques que prepara mamá, nos relojeamos. Queremos saber, en la mirada del otro, si seguimos siendo lindos. No hay que olvidar que de chiquitos hacíamos propagandas y a mamá la paraban en la calle fotógrafos y publicistas que nos querían llevar a sus agencias. Se ve que todo eso nos marcó. Tanta mirada ajena y halagadora.
Antes de sentarme y manotear chocotorta, decidí salir a correr. Sebastián se estaba probando unas remeras y endureciendo los abdominales me invitó a lavar ropa en su tabla. Toqué impresionada esos ravioles turgentes y rosas. Él sonrió. Lo felicité también por los dientes. ¿Siempre los había tenido tan parejos? Me dijo que no. Que se había puesto aparatos después de observar lo torcidos que los tenía yo. "Dentro de cuatro años, cuando tenga la edad de ella, voy a estar así". Y fue y se los puso.
A la noche vino Gregorio. Mi otro hermano. Somos varios. No nombré a Ezequiel, que de chiquito hacía la propaganda de bombachitas Bebenil, ni a Soledad, a quien hace quince años la paraban en Nueva York con la pregunta: "¿Are you an actress?". Gregorio habló del agua de mar y los jugos de zanahoria. La imagen puede contener: 4 personas, niñosLuego sus ojos, quizá por asociación, se quedaron en mi pelo un segundo más de lo necesario. "Tres tips y quedás bárbara", me dijo. "¿Qué tips, qué tips? ¿Tan mal estoy?". "El pelo muy naranja", dijo. "Es que me lo tiño yo". "No, no, tenés que ir a un buen peluquero". Ya está. No le pregunté por los otros tips. Botox, plasma, cirugía, cualquier "tip" que pudiera dar a continuación seguro iba a ser más caro que la peluquería. Después me mostró en el celular una ristra de mujeres bellas -sus contactos del tinder- y una foto de sus compañeros de rugby a los diecisiete y ahora, cerca de los 50. Con mamá le dijimos a dúo que él parecía el hermanito menor de todos.
Son así los domingos en mi familia. Filosofamos sobre el tiempo, la belleza, la pérdida, lo irreversible, de manera muy sutil. No queremos que se note que en realidad somos intelectuales, grandes pensadores comprometidos, seres profundos, desapegados del cuerpo, monjes tibetanos o sacerdotes hindúes prontos al nirvana.



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