Agenda de verano. Lunes 19 horas: Julio Iglesias. Objetivo del alumno: correr alguna cosa o a alguien. Alguna cosa: descartado. Para correr una pelota no me necesita. Planificación de la personal trainer: salimos juntos de la puerta de su casa previos movimientos globales de calentamiento. Yo empiezo a correr la coneja (en esto estoy bien entrenada) y Julio me sigue. Es importante que no me dé alcance (tengo que hacerlo sudar), que no me toque (no estamos jugando a la mancha) y que a la vuelta, sin dejar de trotar, responda a mis lozanas preguntas con resoplidos exangües.
La distancia profesional es una plusvalía perversa.
Ayer a la noche vino Lorenzo. Le comenté de mi nuevo alumno y el temor de no estar lo suficientemente entrenada como para dejarlo atrás. Se ofreció a que saliéramos a correr nosotros, así podía probar mi performance. Me sorprendió. Nos pusimos las zapatillas, movimos un poco los brazos para cualquier lado y las piernas al tuntún, y salimos a la calle. A las tres cuadras lo perdí. Completé igual toda la vuelta, la misma que pienso hacer con Julio Iglesias. Cada tanto giraba la cabeza. Por ningún lado Lorenzo.
Llegué a casa. Seguro que lo encontraba todo despatarrado mirando el Facebook en su celular o la tele.
Nada.
Fui al bar de la esquina. A veces, cuando se olvida las llaves, me espera ahí.
Apenas terminé de cruzar la avenida lo vi enmarcado por la enorme ventana del Seven. Tomaba una cerveza. Al otro lado de la mesa, reía una mujer.
Ayer a la noche vino Lorenzo. Le comenté de mi nuevo alumno y el temor de no estar lo suficientemente entrenada como para dejarlo atrás. Se ofreció a que saliéramos a correr nosotros, así podía probar mi performance. Me sorprendió. Nos pusimos las zapatillas, movimos un poco los brazos para cualquier lado y las piernas al tuntún, y salimos a la calle. A las tres cuadras lo perdí. Completé igual toda la vuelta, la misma que pienso hacer con Julio Iglesias. Cada tanto giraba la cabeza. Por ningún lado Lorenzo.
Llegué a casa. Seguro que lo encontraba todo despatarrado mirando el Facebook en su celular o la tele.
Nada.
Fui al bar de la esquina. A veces, cuando se olvida las llaves, me espera ahí.
Apenas terminé de cruzar la avenida lo vi enmarcado por la enorme ventana del Seven. Tomaba una cerveza. Al otro lado de la mesa, reía una mujer.


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