domingo, 28 de enero de 2018

El llamado


Estoy pensando en mi vocación. El "llamado" que recibí en la más tierna juventud y que me llevó a consagrar gran parte de mi tiempo al estudio de la anatomía humana, la fisiología del movimiento y la biomecánica para mejor responder a las demandas de, pongamos, un hombre como Julio Iglesias -a quien veré mañana. No fue el deseo de promover en la gente una mejor calidad de vida. Ése podría ser el slogan de Serecol, del agua mineral Villavicencio, o de Jaime Durán Barba en sentida carta a Mauricio. No. Lo que me llevó a dar clases de gimnasia fue un problema con mi trasero. Sentía que se me ensanchaba, que dos horas de concentración equivalían a un avance de cuatro centímetros de las nalgas sobre el asiento. Algunos llaman a este complejo que impide pasar largas horas en una silla, "hormigas en el culo". Para contrarrestarlo, a los diecisiete años peregriné hasta Luján sin ser devota y a los diecinueve empecé a bajarme del colectivo veinte cuadras antes de llegar a casa. En época de parciales hacía recreos de sentadillas y abdominales o salía a la terraza para saltar a la soga. Después volvía oxigenada a Marx y Engels, Claude Levi Strauss, Benjamin. En los pasillos de Sociales, los jóvenes más avanzados afirmaban que la carrera no servía para nada. Yo los escuchaba con cauteloso distanciamiento y pensaba que sí servía: mi cola día a día se venía abajo, tempranamente fláccida y celulítica.

     Todo esto quizá se deba al trauma que me inoculó un hombre del que estuve enamorada en extremo. Una amiga lo escuchó decir que yo estaba "fuerte" pero tenía el culo caído. Quizá empecé a tonificar con la vana esperanza de conquistarlo algún día. Abandoné a Barthes, a McLuhan, a Perelman y Olbrechts, para hacer de mi culo un orbe apolíneo sin otra capacidad que la de contenerse o ir perdiendo ideas y palabras.

     Lo peor es que incluso los culos, con el tiempo, se revelan, se achanchan aunque levantes tobilleras con los pies. Ellos quieren saber otras cosas del mundo, no son meros apéndices de amores por venir o destruidos.



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