Estoy pensando en mi
vocación. El "llamado" que recibí en la más tierna juventud y que me
llevó a consagrar gran parte de mi tiempo al estudio de la anatomía humana, la
fisiología del movimiento y la biomecánica para mejor responder a las demandas
de, pongamos, un hombre como Julio Iglesias -a quien veré mañana. No fue el
deseo de promover en la gente una mejor calidad de vida. Ése podría ser el
slogan de Serecol, del agua mineral Villavicencio, o de Jaime Durán Barba en
sentida carta a Mauricio. No. Lo que me llevó a dar
clases de gimnasia fue un problema con mi trasero. Sentía que se me ensanchaba,
que dos horas de concentración equivalían a un avance de cuatro centímetros de
las nalgas sobre el asiento. Algunos llaman a este complejo que impide pasar
largas horas en una silla, "hormigas en el culo". Para
contrarrestarlo, a los diecisiete años peregriné hasta Luján sin ser devota y a
los diecinueve empecé a bajarme del colectivo veinte cuadras antes de llegar a
casa. En época de parciales hacía recreos de sentadillas y abdominales o salía
a la terraza para saltar a la soga. Después volvía oxigenada a Marx y Engels, Claude
Levi Strauss, Benjamin. En los pasillos de Sociales, los jóvenes más avanzados afirmaban
que la carrera no servía para nada. Yo los escuchaba con cauteloso
distanciamiento y pensaba que sí servía: mi cola día a día se venía abajo,
tempranamente fláccida y celulítica.
Todo esto quizá se
deba al trauma que me inoculó un hombre del que estuve enamorada en extremo.
Una amiga lo escuchó decir que yo estaba "fuerte" pero tenía el culo
caído. Quizá empecé a tonificar con la vana esperanza de conquistarlo algún
día. Abandoné a Barthes, a McLuhan, a Perelman y Olbrechts, para hacer de mi
culo un orbe apolíneo sin otra capacidad que la de contenerse o ir perdiendo
ideas y palabras.
Lo peor es que
incluso los culos, con el tiempo, se revelan, se achanchan aunque levantes
tobilleras con los pies. Ellos quieren saber otras cosas del mundo, no son
meros apéndices de amores por venir o destruidos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario