Dos días
después todavía le seguía dando vueltas al asunto. Googleé a DG, leí otras
notas y reseñas, me compré el libro y también lo leí. Llegué a pensar que si me
enamoraba de DG -o mejor: si lograba que
DG se enamorara de mí- entonces iba a estar en pie de igualdad con Mark. Hacia
el final de esa semana “la mujer de al lado” tenía nombre (Tania) y profesión
(cantante). Me pareció una combinación obscena.
Le mandé a DG un mensaje a través del in
box de Facebook. ¿Estaría dispuesto a revisarme unos textos? ¿Hacía él este
trabajo? La respuesta fue amable e inmediata. Me indicó dónde daba talleres. En
el de Palermo todavía le quedaba una vacante. Le agradecí pero le dije que mi
novela ya tenía una extensión de 500 páginas, en el marco de un taller no iba a
terminar nunca. Acordamos un encuentro en su casa.
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