Todo esto
de Haruka lo cuento porque sin Haruka no hubiera llegado a DG.
Una de las cosas que me preguntó antes de
la sesión fue qué estaba haciendo ahora, a qué me dedicaba. Me dio mucha
vergüenza decirle que a lo mismo que veinte años antes. En un sentido no había
evolucionado y en el sentido del amigo interior o el aliento, no era posible
decir nada.
Del amigo interior no era posible decir
nada sin que la mente tomara esas cosas y las convirtiera en pequeños trofeos.
“Ah… querida… vos habrás estudiado los registros akáshicos, la kundalini y la
sanación del gong, pero yo encontré al Amigo”. A lo que con mucho tino Haruka o
DG más adelante para el caso, podían muy bien oponer: “¿Y qué clase de amigo es
ése por cuya dedicación renunciaste a progresar en la vida, a convertirte en
alguien?”.
Seguramente ni Haruka ni DG hubieran hecho
una pregunta tan corrosiva. Ellos también, cada uno a su modo, cuestionaban la
idea de progreso. El amigo interior siempre estaba luchando con el enemigo
interno. Las batallas eran mías, las facciones en controversia también.
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