martes, 19 de septiembre de 2017


Todo esto de Haruka lo cuento porque sin Haruka no hubiera llegado a DG.

     Una de las cosas que me preguntó antes de la sesión fue qué estaba haciendo ahora, a qué me dedicaba. Me dio mucha vergüenza decirle que a lo mismo que veinte años antes. En un sentido no había evolucionado y en el sentido del amigo interior o el aliento, no era posible decir nada.

     Del amigo interior no era posible decir nada sin que la mente tomara esas cosas y las convirtiera en pequeños trofeos. “Ah… querida… vos habrás estudiado los registros akáshicos, la kundalini y la sanación del gong, pero yo encontré al Amigo”. A lo que con mucho tino Haruka o DG más adelante para el caso, podían muy bien oponer: “¿Y qué clase de amigo es ése por cuya dedicación renunciaste a progresar en la vida, a convertirte en alguien?”.

     Seguramente ni Haruka ni DG hubieran hecho una pregunta tan corrosiva. Ellos también, cada uno a su modo, cuestionaban la idea de progreso. El amigo interior siempre estaba luchando con el enemigo interno. Las batallas eran mías, las facciones en controversia también.


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