viernes, 1 de septiembre de 2017

La emboscada


El escritor tiene los brazos cruzados y echa su peso hacia adelante. Puedo imaginar que debajo de la mesa ha dejado de apoyar los talones, la silla se inclina, las patas traseras se levantan. Sin embargo, él no está escorado, él sabe lo que quiere y crece sobre la mesa.
     -A ver  -me desafía-: explicame qué es eso del aliento.
     Su tono es zumbón, en realidad no le importa lo que pueda decirle. Por mi parte sé que las palabras van a quedar siempre a un paso de la verdad.
     -El aliento es lo que nos mantiene vivos  -resumo.
     -Eso es obvio  -sonríe DG-. Dame algo más.
     Lo miro. Sé que a su manera está seduciéndome. Yo no. La seducción es el arte de la mentira.
     -Te voy a decir lo que es para mí.
     Abre las manos, espera. El gesto de su cara entera sigue siendo burlón.
     -Es saber que pase lo que pase, tengo un amigo. Es el amigo más fuerte y leal del mundo. Y está conmigo, en mí.
     El problema con la verdad es que parece mentira.
     DG retira sus brazos fornidos de la mesa, la silla vuelve a apoyarse en sus cuatro patas, él se reclina sobre el respaldo, ya no me mira zumbón sino reflexivo  -y también más distante. Me pregunto si debería decir algo más. Al fondo una chica de pelo castaño y vestido azul, cruza el salón en diagonal. DG no dice nada y aunque quisiera que todo fuera diferente, veo crecer a mi alrededor muros de vidrio. La mano que DG tenía en la barbilla para mejor observar hacia adentro y también observarme, cae vencida a un costado. Su cabeza gira, busca a la moza. Él no puede ver todo este vidrio que me encapsula pero puede sentirlo y ya no hará nada. Y yo tampoco lo haré.

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